La provincia de Valencia es como ese amigo que parece tranquilo pero luego te sorprende con historias que no sabías que necesitabas escuchar. Sí, tiene playa, sol y naranjos, pero también castillos en colinas, monasterios metidos entre montañas y pueblos con plazas que parecen sacadas de una película de los años 60. Cullera está en la costa, claro, pero si te alejas un poco —no mucho, que aquí las distancias son razonables— te vas a topar con pueblos donde el tiempo va a otro ritmo y el paisaje cambia sin pedir permiso.
Explorar los pueblos bonitos cerca de Cullera no es solo una buena idea si buscas fotos para llenar tu galería. Es también una excusa para parar, mirar, y de paso comer bien (esto último casi garantizado, perdón por el cliché). La provincia tiene esa mezcla rara de autenticidad y encanto que no se vende en folletos turísticos, pero que se queda contigo cuando vuelves a casa.
Sumérgete en los pueblos bonitos cerca de Cullera que te enamorarán a primera vista
Simat de la Valldigna
Simat no es famoso, y por eso mismo te va a encantar. Está metido en un valle verde que parece que alguien lo hubiera dibujado con esmero. Aquí lo que manda es el Monasterio de Santa María de la Valldigna, una joya del siglo XIII que impresiona más en directo que en fotos. Fue fundado por un rey (Jaime II, para los curiosos) y sobrevivió siglos, terremotos y reformas con bastante dignidad.
Además del monasterio, el pueblo tiene pequeñas sorpresas: la Iglesia de San Miguel, una ermita que parece de cuento (la de Santa Anna), y una fuente —la Font Gran— que da ganas de sentarse con un bocadillo y no hacer nada. Si te apetece caminar, acércate a la Font del Cirer, que es básicamente un merendero con vistas.
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Xàtiva
Xàtiva no necesita hacerse la interesante, porque lo es. La ves desde lejos y ya sabes que ahí hay historia. El protagonista indiscutible es el Castillo de Xàtiva, que en realidad son dos castillos unidos, trepando por la montaña como si compitieran por ver quién tiene mejores vistas. Y las tienen, por cierto.
Más abajo, el casco antiguo es una mezcla elegante de iglesias, callejones y plazas. La Colegiata de Santa María impone, el Museo de l’Almodí sorprende, y si te gustan los datos raros: aquí nació el papa Alejandro VI (sí, el Borgia ese que daba que hablar). Pasear por Xàtiva es como hojear un libro antiguo, pero sin polvo ni estornudos.
¿Y lo mejor? Está lo bastante cerca para una escapada corta y lo bastante lejos para sentir que has salido de tu rutina. Otro de esos pueblos bonitos cerca de Cullera que parece diseñado para un fin de semana con buen pan y cámara a mano.
Llombai
Llombai es pequeño, pero tiene carácter. Aquí no hay castillo, pero sí una torre medieval que da pistas de su pasado morisco. Lo mejor es que está rodeado de campo y silencio, que a veces vale más que cien atracciones turísticas.
La Iglesia de la Santa Cruz, con su fachada sobria, es uno de esos edificios que ha visto pasar generaciones enteras. Y si eres más de rutas que de rezos, apunta la Ruta dels Miradors, con vistas que te hacen parar, respirar y sacar el móvil (porque sí, son fotogénicas). ¿Cuevas? También. La Cueva de las Maravillas parece exagerar con el nombre, pero cumple.
Llombai es perfecto si lo tuyo es ese tipo de turismo que mezcla caminar sin rumbo y encontrarte con una panadería que huele demasiado bien.
Buñol
Buñol tiene fama mundial gracias a la Tomatina, pero sería un error pensar que eso es lo único que tiene. El Castillo de Buñol, que muchos pasan por alto, está justo en el centro del pueblo y es enorme. Lo restauraron bien, y ahora puedes pasear entre sus muros, visitar el Museo Arqueológico y entender por qué se peleaban tanto por esta zona.
Pero Buñol también es verde. Muy verde. A un paseo del centro está el Paraje Natural de Turche, con una cascada y una poza que parecen sacadas de un catálogo de verano. Si vas en temporada baja, lo tendrás casi para ti.
Ah, y no ignores el Molino Galán: hoy es una biblioteca, pero fue un molino y se nota. Es de esos lugares que cuentan más historias de las que parece. Buñol es otro de esos pueblos bonitos cerca de Cullera donde puedes pasar del ruido a la calma en dos calles.
Pego
Pego está más al norte, y eso le da un aire diferente. Aquí ya se nota la cercanía con la Marina Alta, con sus campos, arrozales y ese verde que no te esperas tan cerca del mar. El casco antiguo aún conserva tramos de muralla y calles que te hacen caminar más lento.
La Iglesia de la Asunción es uno de esos edificios que parecen haber sido testigos de todos los chismes del pueblo, y la Capilla del Ecce-Homo te llama la atención con su barroquismo sin pedir permiso. Pero el gran tesoro es el Parque Natural del Marjal de Pego-Oliva: humedales, aves, caminos entre cañas. Es de esos sitios donde el sonido más fuerte es el del agua y alguna garza que no te quiere cerca.
Pego es para quien quiere mezclar campo, historia y arrozales sin que le vendan la moto turística. Otro de esos pueblos bonitos cerca de Cullera que no suenan tanto, pero valen cada kilómetro.
Llíria
Llíria suena a música, y no es solo una frase hecha. Tiene dos bandas sinfónicas que se toman muy en serio y una agenda cultural que muchas capitales querrían. Pero más allá del do, re, mi, aquí hay ruinas romanas, baños árabes y un montón de edificios con historia.
El Monasterio de San Miguel, en lo alto, es perfecto para ver el pueblo desde otra perspectiva. Y si te interesa lo antiguo, las Termas de Mura y los Baños Árabes te van a encantar (y probablemente sorprender: están muy bien conservados). También está la Iglesia de la Sangre, que suena intensa y lo es. Románica, sobria, distinta.
Además, Llíria tiene parques como el de San Vicente, que es ideal para un paseo largo sin pretensiones. Si te cruzas con alguien mayor, probablemente te contará algo que no está en Google. Y eso, al final, es lo que hace especiales a estos pueblos bonitos cerca de Cullera.